nació en Madrid el 3 de julio de 1966.
Se ordenó sacerdote a los 24 años.
Doctor en Filosofía y en Teología, publicó 7 libros (el último HASTA LA CUMBRE está siendo un éxito editorial ) y decenas de artículos, impartió más de 50 conferencias…
La última, doce días antes de morir, fue el detonante de este documental.
Dicen que era simpático y divertido hasta en las situaciones más graves. Que se le daba mal decir “yo”, porque siempre estaba pendiente de los demás. Que era guapo. Que no tenía miedo a la vida ni a la muerte. Que estaba enamorado de Dios y lo contagiaba. Que sus misas estaban hasta los topes, porque daba gusto oírle predicar. Que era cercano con todos, incluso con quien le insultara por la calle, de quien acababa siendo amigo.
Era buen montañero. Coronó todas las cimas españolas con más de 2.000 metros, cimas de Los Alpes con más de 4.000 metros, y otras mayores en América y Asia. Siempre que podía, celebraba misa en la cumbre.
Sacerdotes, monjas y gente de toda condición le pedían que predicara ejercicios espirituales, por todo el mundo. Y no sabía decir que no. Eso le llevó a un convento cisterciense en Tulebras (Navarra), en febrero de 2009. Les habló de la muerte, con alegría. Al día siguiente subió al Moncayo (2.300 metros), la última cima española que le quedaba por conquistar.
Las últimas palabras que dijo a su familia por teléfono, unos minutos antes de morir, fueron: .
Se ordenó sacerdote a los 24 años.
Doctor en Filosofía y en Teología, publicó 7 libros (el último HASTA LA CUMBRE está siendo un éxito editorial ) y decenas de artículos, impartió más de 50 conferencias…
La última, doce días antes de morir, fue el detonante de este documental.
Dicen que era simpático y divertido hasta en las situaciones más graves. Que se le daba mal decir “yo”, porque siempre estaba pendiente de los demás. Que era guapo. Que no tenía miedo a la vida ni a la muerte. Que estaba enamorado de Dios y lo contagiaba. Que sus misas estaban hasta los topes, porque daba gusto oírle predicar. Que era cercano con todos, incluso con quien le insultara por la calle, de quien acababa siendo amigo.
Era buen montañero. Coronó todas las cimas españolas con más de 2.000 metros, cimas de Los Alpes con más de 4.000 metros, y otras mayores en América y Asia. Siempre que podía, celebraba misa en la cumbre.
Sacerdotes, monjas y gente de toda condición le pedían que predicara ejercicios espirituales, por todo el mundo. Y no sabía decir que no. Eso le llevó a un convento cisterciense en Tulebras (Navarra), en febrero de 2009. Les habló de la muerte, con alegría. Al día siguiente subió al Moncayo (2.300 metros), la última cima española que le quedaba por conquistar.
Las últimas palabras que dijo a su familia por teléfono, unos minutos antes de morir, fueron: .
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